miércoles, 9 de marzo de 2011

Del dolor que no se ira

"Es más fácil sacar al niño del útero de su madre que sacarlo de su pensamiento".Willke



A decir verdad y resumiendo, podría decir que estoy mejor de lo que yo misma espere a solo tres meses transcurridos. Pero siendo honesta, la realidad es que como siempre suelo decir ....hay días mejores que otros...

Las sensibilidades del dolor dormido no avisan a la puerta, no tienen fecha, ni horario, no conocen de respetos humanos, ni de lugares apropiados, ni de prudencias...

Lo que activara el "interruptor" del llanto es desconocido, imprevisto, impredecible. Se puede girar bruscamente y pasar de un momento cualquiera, a un momento dedicado al duelo de tu hijo. A un momento solemne en el que no importara ya lo que se estaba haciendo y el corazón se hará cargo de recordarte que todavía duele, y mucho.

Pensar que la próxima vez que se llore sera un poquito menos es una mentira, hay noches que se puede llorar como si no ha transcurrido el tiempo. Como si lloraras por primera vez, como si nunca te hubieses desahogado.

Es una avalancha de emociones. Sentimientos que simplemente afloran a la superficie pero que no han dejado de estar ahí, recuerdos que vienen y pasan todos de golpe sin pedir permiso, sensaciones para las que no hay tiempo de estar preparados, que llegan en el momento menos oportuno.

He llorado a mi hijo en pasillos de supermercados, en la sala de espera de una clínica, en el carro, frente a la computadora, en mi baño, en su cuarto, en las noches que hay luna llena o en las noches que son estrelladas, he llorado por las calles al encontrar algún conocido que todavía no me había abrazado o que quizás no se había enterado.


He llorado cuando la señora desconocida del supermercado con la que por casualidad inicie una conversación, me presenta su bebe y sin poder evitarlo en pleno supermercado empiezo a llorar.

He llorado en la sala de espera de la clínica, repleta de mujeres embarazadas y bebes, mientras esperamos nuestro turno para ver a la pediatra de Ivana.

He llorado "sin motivos", en largas noches de insomnio cuando pongo la cabeza en mi almohada y nadie me ve.

He llorado cuando por casualidad llegó un encarte del periódico dedicado a temas de babyshower y no pude evitar ver lo hermosas que eran esas ropitas de bebe.

He llorado al ver bebes en brazos de sus madres, con edades similares a las que tendría Gamal en el día de hoy.

He llorado al visitar a mi ginecóloga, pensando que la ultima vez que había estado acostada en esa camilla yo estaba embarazada.

He llorado en mi balcón viendo las noches de luna llena o estrelladas, y pienso que quizas en unas de esas estrellas mi angelito me ve.

He llorado mientras escribía este post.

Y no habrá fecha de caducidad para el dolor, ni un tiempo determinado en el que "se espere" que quizás ya no llore tanto. Con este dolor se "aprende a vivir", a cargar con el a cuestas. Se aprende a dejar fluir las emociones, sabiendo que el dolor no se va, pero sobre todo sabiendo que estas emociones que te superan nada tienen que ver con cuanto hayas aceptado la experiencia, ni con cuanto hayas "racionalizado" que es la voluntad de Dios. No en vano dicen que la razón y el corazón no se ponen de acuerdo. La razón puede gritar que es momento de sumar fuerzas y salir adelante y por otro lado el corazón apegado al ser amado puede decir que todavía no.