"Mira a tu alrededor. Verás, como he visto yo, hogares desechos
precisamente por padres autoritarios. Se pasaron. Pero también
hogares deshechos por padres "pasotas", que abandonaron a la
primera dificultad, Necesaria autoridad. Peligrosa autoridad.
Unos se pasan; otros no llegan." Luis V. Agudo
Algo pasó con nuestra generación. Parece que no nos gustó cómo nos educaron o, lo que puede ser peor, no supimos agradecer todo lo bueno que ésta tuvo. ¿Por qué? Por que pasa que aparentemente los adultos renegamos de la educación que nos dieron y decidimos cambiarla por completo. Es como si hubiéramos dicho: “lo pasé tan mal con mis padres estrictos; me faltaron tantas cosas cuando niño; tuve un padre tan complicado y distante que yo no quiero que mis hijos pasen por lo mismo. Por eso yo, como papá y mamá, les voy a dar todo lo que pueda, porque quiero que ellos sean felices”. Así nació una generación de padres distintos. Una generacion de padres que entiende que “hacer los hijos felices” es dejarlos vivir sin ejercer sobre ellos autoridad. Esto, además, apoyado por la mal usada concepcion de que los padres deben ser amigos de sus hijos.
El término “mejores amigos” entre padres e hijos puede ser muy peligroso. Hoy en día muchos padres y madres de familia han decidido ser amigos de sus hijos porque les da miedo ser padres. Es mucho mas facil ser amigos, por que es un rol que ya hemos jugado a lo largo de la vida, es una zona comoda, algo ya conocido. Sin embargo, el rol de padres es un nuevo rol que aprendemos a jugar sobre la marcha, para el cual no tenemos un instructivo ni formulas exactas, es una zona desconocida y un nuevo papel que enfrentar en la vida. Por alguna razón, muchos padres piensan que el amor es ganarse siempre la confianza de los hijos, estar “de buenas” con ellos. La autoridad sobre los hijos no es solamente necesaria, sino que es nuestra obligación solemne para con ellos, ya que es así como los educamos. En momentos dados de nuestra experiencia como padres, sera necesario que en algunas ocasiones hagamos la dolorosa eleccion de preferiblemente ser “odiados” por nuestros hijos, pero sabiendo que esa disciplina incomprendida traera frutos positivos en el futuro. En este sentido, muchos padres confunden la jerarquia que todo padre posee frente a sus hijos con distanciamiento afectivo o, como suele decirse, mala onda; por lo que se obstinan con ser padres relajados, solo que este ser “relajados” es una bonita forma de decir que huyen y se desligan del compromiso y energia que supone el tener que hacerse cargo de tomar decisiones relacionadas con el poner limites.
La palabra autoridad deriva de “augere”, que quiere decir ayudar a crecer. Autoridad procede del verbo latino augeo [que significa crezco] (de ahí, auge y aupar), cuyo pretérito perfecto es auxi (de donde se deriva auxiliar...) y cuyo supino es auctum (auctoritas), del cual surge ya “autoridad”. Sólo es deseable la autoridad que auxilia, la que sirve, la que aúpa, la que te eleva sobre sus propios hombros; esto no impedirá que ella sepa decirte en su momento prudencial una palabra dura, pero sin aspavientos ni histerias, con buenas maneras aunque con firmeza".(Carlos Díaz)
La misión de los padres es ayudar a crecer en todos los aspectos a sus hijos. Por ello, difícilmente podremos educar si no tenemos autoridad. No habria mejor ejemplo para ilustrarlo que la tarea de cultivar el arbol, arrancando la maleza, alimentando y muchas veces teniendo que enderar el tronco para que no crezca torcido. Hay que partir de la base de que la relación entre padres e hijos en edad escolar no es una relación de igualdad, sino jerarquizada. Podemos intentar ser amigos de los hijos pero sin olvidar que debemos ser fundamentalmente padres. Amigos tendrán muchos pero padres sólo dos.La autoridad supone tomar decisiones, poner normas y velar para que se cumplan. Hay que perder el miedo a exigir. La exigencia unida a la preocupación y cariño por los hijos refuerza la autoridad.
Desde el momento del nacimiento de un hijo, todos los padres disponemos del mismo capital de autoridad. Pero observamos que hay padres que la pierden cuando el niño tiene apenas tres años y otros que van ganando en autoridad con sus hijos. ¿Cuál es la diferencia? o ¿Donde esta el problema entonces?
La razón de todo esto se debe a un sinnúmero de factores, entre los más importantes están: la tendencia generalizada a evitar cualquier tipo de conflicto. Con tal de no verle la cara larga a nuestro hijo somos capaces de hacer lo que él quiere. Evitamos los conflictos todo el día, según nosotros porque tenemos muchos problemas por fuera de nuestras casas como para tener adentro de ellas y, por lo mismo, cedemos en lo único en lo que no debiéramos hacerlo: la educación de nuestros hijos. Otra variable importante es nuestra eterna búsqueda del placer y, por lo tanto, la evitación del dolor. Esto ultimo resulta muy curioso, por que seguramente nosotros mismos como padres no hemos aprendido nada de nuestra vida, por lo menos de lo importante, si no ha sido a través del dolor. Y, sin embargo, queremos que nuestros hijos aprendan de otra forma, cuando en el fondo de nosotros sabemos que no se puede. El problema tiene que ver tambien con lo sensibles que somos los adultos de hoy al rechazo de nuestros hijos. No queremos verles la cara larga, que nos digan que somos anticuados, distintos a los padres de sus compañeros, que somos "mala onda". En realidad, queremos ser papás buena onda, aparecer como evolucionados y esto nos hace ser tremendamente ambiguos en nuestra forma de educar; nos cuesta decir que no. Nos vamos en cuarenta explicaciones, somos los reyes de los 'depende', con lo que metemos a los niños en una red de inseguridades que les impide conocer qué es correcto y qué no y todo parece permitido. Las consecuencias de ser papás-amigos son muchas: los niños no tienen un referente distinto de sus amigos para educarse, desarrollan una pésima tolerancia a la frustración porque los padres no les dicen que no, y si lo hacen, cambian fácilmente con ciertas manipulaciones. Los hijos se transforman en manipuladores porque ya saben que pueden hacer lo que
quieran, todo está en cómo lo pidan. Al final, los adolescentes se sienten solos y poco seguros porque en un principio es entretenido tener papás así, pero con el tiempo ellos empiezan a sentir que necesitan de alguien que los guíe porque si no, se mueren de angustia. Los niños, en su desarrollo sano, necesitan límites, disciplina y conductas fijadas por los padres, mezclado con el afecto: es la fórmula para una buena educación. Ternura y disciplina parece ser la clave. Más aún, es importante que se tenga claro que mientras más claro es un padre o una madre en su forma de educar, más expresiva y libre para amarlo está, porque si no es así, la rabia como sentimiento encubridor deteriora la calidad del vínculo. En general, frecuentemente con estos papás amigos suele suceder que no saben cómo salir del embrollo en que se metieron un poco producto de su visión cortoplacista de "total ya van a crecer", "son niños", etc., y cuando quieren poner límites cuando son más grandes, es demasiado tarde.
Por supuesto que existen los que lo están haciendo bien, que ponen límites, que retan cuando hay que retar, que cumplen los castigos y también lo bueno, que entregan afectos, que tocan, que besan, aunque los adolescentes los rechacen, ya que entienden que eso es una pose y que no quiere decir que no lo necesiten. Son papás que entran a las piezas de sus hijos aun cuando la puerta esté cerrada, que dicen "te quiero", pero con la misma claridad son capaces de decir que no, aunque eso implique tener al "niño" o la "niña" con cara larga varios días. Quizás es porque entienden que la educación es una siembra diaria, en la que la cosecha no se ve de inmediato, y que, por lo tanto, hay que preocuparse día a día. Estos papás probablemente lo están pasando peor que los otros hoy, pero hay que animarles a que no se cansen, por que los padres no nos podemos cansar, no podemos renunciar a la tarea maravillosa de hacer de un niño una persona, que ésa es nuestra tarea y no de los colegios, y que cuando se asume como tal es el regalo más maravilloso al que podemos postular. Nuestros hijos necesitan urgente que los eduquemos en responsabilidad; ellos deben tener conciencia de sus deberes y no sólo de sus derechos, tienen que colaborar en los ritos familiares y en las cosas de la casa en general. Debemos reenseñarles el concepto de libertad, ya que claramente no es hacer lo que ellos quieren, sino vencerse a sí mismos. Para poder ser realmente libres ellos deben vencer la "lata", el mal genio y las no ganas de hablar, pero para que esto se dé, los adultos debemos dar testimonio.
Por último, debemos educar a nuestros hijos en la fuerza de voluntad y la perseverancia, porque nada en la vida se logra sin esfuerzo y esta generación funciona con la menor energía posible. Nuestros hijos no se van a traumar si les decimos que no, que no se dañan si uno les castiga por una razón educativa y que necesitan que uno cumpla con lo que se les dice. Se necesitan padres que establezcan, en la calidez de la relación, límites claros para crecer y transformar a nuestros hijos en emprendedores del futuro.
Fuentes: